Protegido: Conchita Goyanes
28 domingo Feb 2016
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28 domingo Feb 2016
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25 jueves Feb 2016
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inII
En la Sacristía aguardaba al Obispo un hombre menudo, bajito, quien también vestía camisa azul. Espero a que el Obispo despidiese a los últimos fieles, que se arremolinaban en torno suyo. Acudían, de nuevo, a agradecerle sus palabras
– Don José, ha estado magnifico. Alguien tiene que decir al pueblo lo que esta sucediendo. La Iglesia no puede quedar al margen. Debemos salir a la calle y hacerles frente.
– Ya sabéis que me limito a transmitir lo que dice el Evangelio. Esta sociedad no es la que quiere Dios, y a nosotros nos corresponde cambiarla. No podemos permitir la muerte de sacerdotes y religiosas, ni un país en manos de la clase baja, desagradecidos estómagos vacíos que no respetan lo que se ha hecho por ellos durante siglos. En vuestras manos está luchar para impedir que esto siga igual.
El Obispo Aguirre estaba impaciente por conocer las noticias que le traía el hombre que lo estaba esperando. Despacho con una prisa inusual la larga fila de falangistas que buscaban en las palabras del Obispo una señal sobre los nuevos pasos a dar. El Obispo no solo era un guía espiritual sino que se había convertido en el verdadero jefe de la silenciosa revuelta que preparaban los falangistas.
21 domingo Feb 2016
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inObispado de Mondoñedo
Ilmo. Sr. D. José Aguirre, 1936
El silencio era total, sólo se oía una voz, grave, dura, contundente. La mitra dorada del prelado relucía en la catedral, hoy completamente llena. Desde hace meses, domingo tras domingo, la misa de las doce de la mañana se convertía en lugar de exacerbado culto, y sobre todo de adoctrinamiento. Moral, dentro de la Iglesia, y militar en las charlas celebradas en el atrio de la catedral y en la próxima plaza de Alfonso XIII. Nada más entrar en el Templo ya se percibían las camisas azules. Al principio solo ocupaban los primeros bancos, después fueron llenándolo todo, cada vez más, cada vez más violentos. Habían llegado de todas partes. Las calles más próximas a la catedral se encontraban atestadas de grandes coches, orgullo de sus dueños, evidencia de su poder.